Medellín es la ciudad líder en el manejo responsable de perros callejeros
Los perros callejeros a veces viven mejor que algunos perros con hogar

Por Lyda Durango

Vivo en un barrio estrato medio-alto donde cada hogar tiene en promedio un perro. Yo supero el promedio porque tengo tres perros, dos de ellos rescatados de la calle.

Lucho y Lola tienen pinta de perros de raza. Los conocedores dicen que son cruce de rodhesian ridgeback pero antes de recuperar su belleza para mí eran perros criollos.

Durante mucho tiempo sufrieron el dolor del desprecio, el maltrato y el hambre extrema hasta llegar a un hogar que los acogió con amor, pero sobre todo con responsabilidad.

Susy, en cambio, fue adquirida a uno de tantos mercaderes de la vida animal en tiempos en los que había poca conciencia e información sobre la crueldad del negocio de los criaderos y sobre las opciones de adopción.

Mis perros salen a caminar en promedio una hora diaria, a veces un poco más, a veces un poco menos. Les permito jugar, ensuciarse y mojarse cada vez que pueden.

Mis vecinos me reconocen porque soy la única de este sector que sale con tres perros (dos de más de 30 kilos de peso y una pequeña de 10 kilos).

Si sumaran su fuerza mis perros pesarían más que yo y podrían arrastrarme y tumbarme en alguna ocasión de susto o fiereza. Alguna vez un vecino me preguntó ¿mujer, usted qué hace si esos tres perros salen corriendo?

Creo que no le respondí nada, para mí era una necedad hacerlo pero en mi mente estaba la tranquilidad de tener perros con un suficiente nivel de ejercicio y educación como para confiar planamente en ellos cuando salgo a caminarlos.

En estos recorridos con mis perros generalmente me encuentro con Luis o Tarzán como muchos lo llaman, quien se suma a la manada y hace parecer que yo tuviera cuatro perros a cargo.

Luis, Max y Angie

Luis es el perro del barrio. Su pinta de criollo no llama a engaños y su cola siempre altiva me indica lo tranquilo y feliz que vive en su mundo libre.

Luis no soporta un collar y le tiene pánico al veterinario pero todo el barrio lo protege, bueno, con algunas excepciones. Luis tiene sus vacunas al día y come concentrado dos veces al día gracias a una vecina de buen corazón que ha asumido esta responsabilidad desde hace años.

Luis camina todo el día, cruza calles mejor de lo que podría hacerlo yo, es amigable y es callejero. No le falta nada, tal vez un poco de aseo y una esterilización así corra el riesgo de ser confundido con una hembra, como le ocurre frecuentemente a Lucho.

Cuando camino con mis tres perros y Luis, me encuentro con Max, un hermoso y ansioso bulldog inglés de 6 meses cuya vida de encierro me entristece. Cuando ve a mis perros amarrado en la puerta de su casa se orina de la emoción.

Max sale unos 20 minutos en promedio al día solamente y su alto nivel de energía es una muestra de la poca actividad que realiza. Los niños de la casa, a quienes se les encargó la responsabilidad de recrearlo, raras veces juegan con él y sus padres le prohíben sacarlo porque “de pronto se lo roban”.

Max no tiene un balcón o una ventana por medio de la cual conectarse con el mundo exterior. Max es un cachorro que siempre quiere jugar, está reprimido y podría tener un mejor hogar.

Pero Max no está solo en su desgracia. Al frente de mi casa está Angie. Angie es una cocker spaniel que vive en un hogar donde ya tuvieron un perro que fue regalado. ¡Pobre Matías! Parecía un perro callejero porque siempre salía solito a buscar distracción y recreo en la calle, a veces iba a la casa y encontraba la puerta cerrada. Nunca lo quisieron hasta que terminó en algún hogar que lo acogió, desconozco el resto de la historia y no quiero averiguarla.

Yo creí que Angie iba a correr la misma suerte, pero es pequeña y es hembra, sí, ¡hembra! Ya la pusieron a criar. A pesar de estar amamantando a sus cachorros Angie busca constantemente distracción en la calle cada vez que puede porque raramente la sacan a caminar.

Angie se escapa, cruza las calles, huele a otros perros y se distrae. Siempre se pierde durante un tiempo y cada vez que aparece sus dueños la reciben con una pela y un grito. Como si la pobre fuera la llamada a tener la conciencia que no tienen sus dueños.

Cuando veo a los perros de mis vecinos pienso en que Luis vive mejor que ellos. Yo aplaudo todas las acciones a favor de los perros sin hogar, a propósito del Día del Perro Callejero, pero me preocupan más los propietarios irresponsables e insensibles para quienes un perro es un objeto.

Si no atacamos la raíz del problema, el perro callejero seguirá siendo el símbolo de la ignorancia, la insensibilidad y la irresponsabilidad humana hacia nuestros animales y éste no terminará así haya muchos albergues para acogerlos.

1 COMENTARIO

  1. Quisiera saber a quien hay que acudir para hacer que unos vecinos no dejen solo a su perro los fines de semana (especialmente cuando hay días festivos), en una casa ubicada en el barrio Guayabal.

    Este problema no sólo afecta a los demás vecinos a causa de la bulla del animal, sino que es lo más cruel, infame e inhumano escucharlo cómo ladra y «llora» día y noche. Parte el alma oir al animalilto lamentándose, sin saber si tendrá siquiera agua. Y según me han comentado, tampoco lo sacan a pasear porque temen que de pronto muerda a una persona, y lo mantienen encerrado.

    Considero que el proceder de estas personas es «crueldad con un animal» y por eso me gustaria saber a quién acudo.

    Solicito la mayor discreción, por favor.

    Muchas gracias.

    • Cordial saludo,

      Para cualquier denuncia de maltrato o abandono en la ciudad de Medellín recuerda que tenemos la Inspección Ambiental y el Escuadrón Anticrueldad Animal. Teléfonos: 262 36 87 y 213 38 48.

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