Los animales, nuestras fiestas, tradiciones y patrimonio cultural

[author] [author_image timthumb=’on’]http://reporteroanimal.com/wp-content/uploads/2015/01/Ly-autora.jpg[/author_image] [author_info]Por Lyda Durango. Periodista y defensora de los animales. Directora de El Reportero Animal.[/author_info] [/author]

 

Colombia, al igual que muchos otros países del mundo, tiene arraigada una profunda tradición, basada en la sistemática burla, explotación y maltrato de nuestros animales.

Las imágenes, que aún me niego a ver completamente, del toro que fue asesinado con sevicia y crueldad por una turba de desadaptados en las corralejas de Turbaco, Bolívar (Colombia) sólo es consecuencia de una nefasta tradición llamada corraleja.

 

Pero las corralejas no están solas, no. Están avaladas por otra tradición todavía más salvaje como es la de las corridas de toros (respaldadas por la legislación colombiana). Y estas dos tradiciones constituyen parte fundamental de las fiestas que se celebran en todo el país en esta época del año.

Todavía recuerdo cuando en mi época de universidad se celebraban las famosas becerradas, tradición que no sé si se conserva. Y yo me preguntaba por qué no podían divertirse de otra manera.

La explicación es simple: burlarse, aprovecharse y maltratar a quien no puede defenderse es suficientemente fácil como para animar la fiesta combinado con una buena dosis de licor. Y esto por sí solo es condimento suficiente para impulsar el turismo y las visitas a las ciudades que tienen su carnaval anual.

Muchos amigos y conocidos disfrutan y visitan la Feria de Manizales, la Feria de Cali y muchos otros carnavales que se realizan desde enero hasta marzo  (época de cuaresma que da inicio y fin a esta tradición mundial).  Estas fiestas sustentan su importancia en las corridas de toros y muchas de ellas suman, además, las cuestionadas cabalgatas.

De esta lista excluimos con satisfacción a las Corralejas de Sincelejo, las cuales desde hace algunos años no se realizan por decisión de su alcalde, quien una vez más demuestra que con voluntad política se pueden lograr grandes cambios como los que se han conseguido en Medellín (ciudad sin circos con animales), Bogotá (sin corridas en la Plaza de Toros) y otras tantas iniciativas alrededor de la protección de los animales.

Pero más allá de la voluntad política, está nuestra voluntad como ciudadanos y nuestra responsabilidad como consumidores. ¿Por qué apoyamos este tipo de espectáculos sólo por animar la fiesta? ¿Dónde queda el criterio frente a la forma como se trata a los más débiles e indefensos? ¿Dónde quedó la ética frente a las ganas de rumbear y festejar?

La defensa de los animales inicia por cada uno de nosotros. Y como ciudadanos y consumidores tenemos el poder de sabotear este tipo de actividades, afectando la economía y el turismo de las ciudades que basan sus fiestas y patrimonio cultural en el maltrato de los animales.

No asistamos a este tipo de carnavales, no patrocinemos la crueldad y, mejor aún, no visitemos estos lugares que han perdido todo valor ético y moral hacia los más débiles.